Oscar
Fingal O’Flaherti Wills Wilde, nació en Dublin en octubre de 1854 y su infancia está marcada desde el
inicio. Fue un hijo mimado por una madre que ansiaba una niña y que popularizó
en Irlanda el pseudónimo de “Speranza”, apareciendo en numerosos episodios de
su vida.
Estudia en
Oxford y gana la medalla de Oro de Berkeley por su poema sobre Ravenna en 1874
para, en 1881, empeñarlo. De carácter impertinente, actitud que le crea
enemigos, es influido por su viaje a Grecia con el profesor Mr. Mahaffi, que le
deja ciertos regustos de rebeldía y discipulismo hacia John Ruskin.
Adalid de
la filosofía del escepticismo también
exploró el catolicismo, religión a la que se convirtió en su lecho de muerte.
Conocido por su ingenio mordaz, su vestir extravagante y su gran conversación,
se transformó en una gran personalidad.
Autor de
infinidad de cuentos, poemas, ensayos y obras de teatro, tan solo llegó a
escribir una novela, la que nos ocupa, logrando destacar en ella el poder del
arte sobre la belleza y dando fuerza a la decadencia de las cosas
EL RETRATO DE DORIAN GREY.
Sumido en
la melancolía del momento iremos conociendo los entresijos de la alta sociedad
londinense, mientras nuestro protagonista, sumergido sin control en una espiral
de oscuridad, irá desvelando los secretos más turbios de su vida al mismo ritmo
que su alma se marchita.
Con
especial atención al retrato que el pintor le hizo, viviremos la decadencia
espiritual y el agotamiento físico de un alma atormentada por sus actos pasados
y sus actitudes controvertidas que le llevarán a perder el favor de gran parte de la misma clase elitista que
antes le admiraba.
Una
narración bastante gris en cuanto al ambiente se refiere pues el autor, con
gran maestría, nos presenta a unos personajes definidos a la perfección que
recorren, cada uno a su manera, por los oscuros senderos de la sociedad
victoriana tardía para mostrarnos desgarradores pensamientos y sensaciones
agotadas.
De ritmo
suave, la cadencia de palabras te va sumergiendo en el fangoso existir del
protagonista que, de manera pausada y, a veces, desesperante, nos llevará a un
desenlace fantástico.
Genial
retrato de la sociedad londinense de finales del siglo XIX, adornado con lo más tenebroso y cruel de la
misma, para dejarnos un relato inquietante de principio a fin.