Cuando el
amanecer comienza a dar sus primeros pasos mi alma va de regreso a su agujero.
En mi cabeza se registran las imágenes de una noche más que olvidaré al dormir
para, al despertar en los albores de otro ocaso, comenzar con la liturgia de
cada jornada.
Los recuerdos
de esta madrugada aún no se han mezclado con los viejos, por eso todavía siento
el perfume de esa chica rubia, el sabor de sus labios o percibo el erizar de
sus cabellos.
Todo
comenzó al salir de aquel agujero infecto al que me veo obligado a asistir cada
vigilia, como si fuera el inicio de una liturgia o ceremonia inicial con la
cual mi alma oscura despierta. Caminé por la acera observando a la gente.
Contemplando a las parejas felices, a las familias despreocupadas y a los individuos
solitarios que, ajenos a todo lo que no fueran ellos mismos, disfrutaban de las
delicias que ofrece el ambiente colorido y luminoso de la desconocida vida
nocturna.
Llegué al
umbral de un local famoso; tanto, que la fila para acceder al mismo daba la
vuelta a la manzana. Recorrí la hilera viendo rostros de todo tipo, decidiendo
quien sería esta noche mi compañía. Mujeres bellas y hombres esbeltos, de
cabellos rubios, morenos, castaños y pelirrojos. Ataviados a la moda con
escasos vestidos, altos tacones, pantalones estrechos y camisas desaliñadas a
conciencia. Peinados de mil maneras distintas y pensamientos alejados de
cualquier problema.
Y decidí
que sería ahí.
No recuerdo
el momento exacto en el que entré en el local, lo que sí sé es que no esperé la
columna de gente para hacerlo. Bajé por las escaleras en forma de caracol para
llegar a un descansillo donde una oxigenada y escotada rubia guardaba los
abrigos en un ropero. Seguí descendiendo hasta llegar a la entrada a la sala
donde el elevado volumen de la música hacía que las personas que ya estaban
allí dentro, tuvieran que hablar a gritos.
Me abrí
paso hasta una de las barras situadas en uno de los rincones de la enorme
discoteca. Pedí una cerveza y caminé entre la gente. Observando. Eligiendo.
En un
momento dado me encontré frente a una zona oscura de sillones en los que ya
había parejas sentadas. Me fijé en una de ellas. El subconsciente ya había
elegido. Caminé hasta ellos y me senté al lado de la chica. Al principio no se
percataron de mi presencia ya que la discusión que mantenían no les había distraído
de mi llegada.
No me
interesaba nada en absoluto lo que estuvieran discutiendo, solo estaba allí
para una cosa. De pronto el chico se levantó furioso y abofeteó a la muchacha
sin miramiento. Nadie hizo nada. Nadie miró. Nadie salió en su ayuda.
La puerta
se había abierto.
Me levanté
y le arrastré por la sala hasta las escaleras. La gente se apartaba pensando
que era un puerta sacando a algún liante. La muchacha corría llorando detrás de
nosotros. Cuando salimos a la calle el revuelo que se originó al vernos
aparecer, me permitió alejarme lo suficiente para que nadie me viera bien. Dejé
al tipo tirado en el suelo inconsciente y me llevé a la joven que, una vez que
le había dejado allí, le propinó dos patadas y algunos insultos.
Paseamos
agarrados de la mano durante un tiempo indefinido hasta que llegamos a un
portal. “Sube”, me dijo.
La puerta
se cerró.
Ahora
camino de regreso a mi cueva con la conciencia vacía. Los recuerdos comenzarán
a mezclarse con otros una vez entre en el reino de los sueños. No podré hacer
nada pues, cuando el anochecer vuelva a nacer, todo volverá a empezar.
Esta es mi
caza. Una noche más. Un poquito más cerca. Ella me espera y la voy a encontrar.
“¿QUÉ SUCEDE EN LA NOCHE?
Desde
hace algún tiempo están aconteciendo cosas raras en las madrugadas de la
ciudad. Personas desaparecidas y sucesos inexplicables. Un personaje oscuro al
que ninguna persona ha visto o puede describir. Una cadena de extraños desvanecimientos,
todos ellos femeninos, que nadie puede resolver, incluidos los cuerpos de policía
estatales, están sembrando de incertidumbre el ambiente nocturno.
¿Qué sucede a la caída de la tarde? Ningún
responsable sabe, quiere o puede responder a este periódico acerca de este
“misterio” pues, aunque parezca mentira, nadie parece encontrar una explicación
razonable a la desaparición de estas mujeres.
La persona que se esconde tras estas líneas
no parará hasta hallar la verdad que quieren ocultar a la sociedad. Por que
algo está ocurriendo y el silencio es la única respuesta…”
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