jueves, 17 de noviembre de 2016

JUAN RAMÓN BIEDMA.


   JUAN RAMÓN BIEDMA.

 
 
 


   Nace en Sevilla en 1962, estudia derecho y durante años compagina su actividad en la gestión de emergencias con la de locutor de radio, guionista, crítico musical y cinematográfico. En la actualidad colabora en diversas publicaciones y páginas web.

   Su primera novela “El manuscrito de Dios”, fue designada con la Mención Especial del Jurado en el II Premio de Novela fallado en la Semana Negra de Gijón de 2004 y finalista del Premio Memorial Silverio Cañada. Con su segunda obra “El espejo del monstruo”, inicia una serie de novelas por entregas protagonizadas por el abogado Set Santiago, que interrumpe para presentar el manuscrito que nos ocupa. Después de esta publicó “El efecto Transilvania”, en 2008,  “El humo en la botella”, en 2010, “Antirresurrección”, en 2014, “Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado”, en 2015, y “La lluvia en la mazmorra”, en 2016.

 

   EL IMÁM Y LA BRÚJULA.

 
 


   Ambientada en el Madrid y Sevilla de 1926, un profesor de historia desertor de la guerra de Marruecos, que sobrevive gracias al contrabando de tabaco, es contratado para buscar y encontrar dos películas perversas rodadas por un extraño grupo de personas catorce años antes que, junto a una tercera de reciente publicación, completan una trilogía oscura y polémica.

   Sin saberlo nuestro protagonista, Éctor Mena, se verá inmerso en una sombría y peligrosa persecución donde las personas, historias y acontecimientos se irán haciendo cada vez más inverosímiles, siniestros y sangrientos. Los testimonios de la gente, los giros de la intriga e, incluso, la propia vida privada de él, se verán transformados por la cadena de sucesos encadenados a cada pista nueva encontrada y que, para su desesperación, le llevaran en todas ellas a un callejón sin salida.

 

   Sin ser muy dado a leer novela negra, descubrir y leer esta obra me ha abierto las puertas de nuevas experiencias y sensaciones. Con una atmósfera marcada por el oculto misterio de todo lo que rodea la búsqueda de esas películas, el incesante y sibilino ambiente de las localizaciones, tanto exteriores como interiores, en su más marcada decadencia, y el suspense narrativo inculcado por el autor, hacen que sintamos el frío en nuestro interior.

   Humor lacerante, negro y, en ocasiones, ofensivo, característico del instante y del personaje que en ese momento nos ocupa en la lectura, tendremos un manojo de lo más variopinto de la sociedad de la época, no olvidemos que estamos en 1926 y los prejuicios son múltiples, con lo que en numerosas oportunidades seremos testigos de la sorpresiva ignorancia de la ciudadanía y de la clandestina actitud de los poderosos que, sabedores de su poder, transforman su imagen en desconcierto asombrados por lo que se esconde tras la noche, el horror y el ocultismo disfrazado de arte.

   Con una narración brillante, sencilla y llena de matices, viajaremos a mediados del siglo XX para adentrarnos en una época que tan solo nuestros abuelos conocieron. Aunque el retrato oscuro sea el pilar esencial de la novela, los escasos períodos de luz, dentro de la misma, se echan en falta.

 

   Vuelvo a incidir en el dato de que la novela negra no es un género que yo lea o me apasione pero, con la lectura de este libro se me ha abierto una nueva línea de sensaciones a las que, espero, no tardaré en regresar.

 

 

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